Compartimos con vosotros el artículo de Valentín Romeral publicado en el programa de las Fiestas de Nuestra Señora La Virgen del Carmen de este año.
Trata de la evolución de los molinos y nos hace entender porque en La Mancha tenemos tantos; como el ser humano se adapta a las condiciones del entorno.
Molinos
harineros
Origen
de los molinos harineros
La
domesticación del trigo en el Neolítico, hace unos 5000 años, trajo consigo
otros muchos cambios en la forma de vida de las sociedades antiguas que, poco a
poco se fueron haciendo sedentarias y necesitaban alimentar a una población cada
vez más numerosa.
Entre
las muchas innovaciones que trajo la sedentarización encontramos los primeros
molinos con los que trituraban el trigo, centeno o cebada para obtener harina
con la que fabricar pan para alimentar a una comunidad que demandaba el nuevo
sustento.
Los
primeros artilugios de la molienda eran molinos de mano que consistían en dos
piedras; una que formaba la base y otra que al frotarla con la primera
trituraba el cereal consiguiendo la rotura del grano y obteniendo así el
preciado manjar.
Molinos harineros de río
El tiempo fue avanzando, la demografía creciendo y la necesidad de pan era cada vez mayor. Así, en su búsqueda constante por obtener rendimientos superiores con menores esfuerzos, el hombre inventó los molinos hidráulicos o de río, en los que el trabajo de hacer girar una piedra, llamada volandera, sobre otra denominada solera, era realizado por la fuerza que la corriente del agua ejercía sobre otra rueda dentada, llamada rodezno, que, a través de un eje de madera vertical hacía rotar la piedra superior sobre la inferior produciéndose así el acto de la molienda. Fue este un invento de una importancia extraordinaria porque además el precio de la energía era sumamente barato y los rendimientos muy altos ya que se podía estar moliendo todo el tiempo que se necesitase, bastaba solo con abrir la compuerta del dique para que el agua hiciese su función de mover el engranaje. El nuevo invento se extendió con rapidez y los cauces de los ríos cercanos a villas y ciudades se llenaron de molinos hidráulicos. El problema surgía en las zonas donde no había ríos o los que existían eran poco caudalosos, que solían secarse en las estaciones de verano, como ocurría en La Mancha primitiva, que solo contaba con los ríos Gigüela, Saona y Záncara, cuyo curso se solía secar en los veranos, obligando a los labradores a recorrer grandes distancias para realizar su molienda en otros ríos como el Tajo, el Júcar o el Guadiana.
Rodezno y eje de un molino hidráulico Piedras que al girar realizan la molienda
Molino hidráulico en el río Gigüela
Tener un molino harinero en propiedad en la Edad Media no era sencillo, porque entonces todo estaba controlado por las órdenes militares, los señores o la iglesia. En El Hinojoso de la Orden había una familia de nobles e hidalgos que, ya en el siglo XV, disponía de un molino harinero y un batán hidráulicos en el río Gigüela, en el término de Villamayor de Santiago. A este río era al que iban a moler la mayor parte de los labradores de Los Hinojosos, aunque tenían el problema de que, al ser un río pequeño, muchos veranos se secaba y les obligaba a desplazarse a moler al Tajo o el Júcar.
Molinos de sangre
Con este nombre se denominaba a los molinos cuya fuerza motriz tenía que ser ejercida por personas o por animales. Estos molinos fueron abundantes en los pueblos agrícolas donde aparte del cereal había ido creciendo el olivar. En el Hinojoso de la Orden hay referencia en el catastro de cuatro molinos de aceite, con indicación de sus titulares y los rendimientos que proporcionaba cada uno de ellos. Todos disponían de una piedra y una viga y eran movidos por caballerías.
Aparición
de los molinos de viento en La Mancha
Por qué tantos molinos de viento en
La Mancha
Tal como se pone de manifiesto en los párrafos anteriores, La Mancha ha carecido siempre de ríos caudalosos. Ese ha sido el motivo por el que esta tierra en la Alta Edad Media estaba prácticamente despoblada. Sin embargo, en los últimos siglos de esa era, tras la Reconquista de estas tierras a los musulmanes y la repoblación llevada a cabo desde los siglos XII al XV por los cristianos, especialmente por las órdenes militares, La Mancha se fue llenando de pueblos y de gente. Una gente que roturó y puso en producción unos campos baldíos hasta entonces, y que a partir de ahí comenzaron a dar sus frutos para alimentar a una población en crecimiento. Y, como ríos caudalosos no había, los manchegos se lanzaron a la búsqueda de otro tipo de molino que había llegado a Europa procedente de Oriente próximo, donde se cuenta que ya se usaba desde el siglo XII. Es decir, las principales razones de que los molinos de viento empezasen a extenderse por La Mancha fueron el crecimiento exponencial de la población y la no existencia de ríos cercanos y caudalosos para moler sus granos. Así fue cómo a partir del siglo XVI los molinos de viento surcaron el paisaje manchego hasta el siglo XIX, algunos estuvieron en funcionamiento hasta los años cincuenta del siglo XX. Los molinos de viento, por tanto, son un ejemplo de cómo el hombre manchego fue capaz de adaptar este ingenio a las condiciones de esta tierra. Además, sin infringir daños al medio ambiente, pues los molinos se construían con materias primas del entorno donde se ubicaban; tanto la piedra como la madera las conseguían de los entornos más cercanos, de los elementos que la naturaleza les ofrecía.
Después, con la llegada de las nuevas energías eléctricas, tanto los molinos de viento como los hidráulicos empezaron a morir poco a poco, hasta que amantes de la historia y la cultura del pasado comenzaron a asociarse y a reivindicar la historia y lo que los molinos de viento habían supuesto para La Mancha tanto en su desarrollo económico como la fama universal que los molinos manchegos alcanzaron fuera de nuestras fronteras.
Asociaciones en defensa de los molinos de viento nacieron hace ya muchos años en Mota del Cuervo, Campo de Criptana y Consuegra. Son agrupaciones que mediante un inusitado esfuerzo lograron reconstruir parte de los molinos que tuvieron en el pasado, e incluso dotarlos de los mecanismos rudimentarios que tuvieron en otro tiempo para poder hacer jornadas de demostración de cómo era la molienda con estos ingenios primarios a fin de que su memoria no se pierda.
Ver funcionar un molino de los restaurados nos hace retroceder doscientos o trescientos años en el tiempo y nos ayuda a comprender la maravilla que debía ser contemplar el espectáculo de diez o doce de estos artificios moviendo sus aspas a la vez en cualquiera de los altozanos del paisaje manchego.
Molinos de viento de nuestro pueblo y nuestro entorno
El primer pueblo de nuestra zona donde yo encontré información sobre molinos de viento en el siglo XV es en Belmonte, y después ya con mayores detalles los vemos en las Relaciones de Felipe II, que se hicieron en el año 1575. En este inventario ya aparecen documentados bastantes molinos de viento en algunos pueblos manchegos, aunque no en todos, porque donde había agua el molino de río tenía muchas ventajas con respecto al de viento, que necesita de este elemento para funcionar, y no todos los días el viento sopla con la fuerza necesaria para moler.
En las Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca se dice que Belmonte no tenía río pero que suplía la falta de agua porque tenía muchos molinos de viento. En Mota del Cuervo, cuenta, que sus vecinos iban a moler al Gigüela y el Záncara, y en los estíos se tenían que desplazar al Júcar o al Guadiana, ríos que distaban del pueblo entre diez y once leguas. Sobre molinos de viento no hacen ninguna referencia, aunque no quiere decir que no existieran. En Campo de Criptana, dijeron que sus vecinos iban a moler al río Záncara y al Guadiana, pero que, al ser ríos muy irregulares, a veces se tenían que desplazar al Júcar y al Tajo que se hallaban a 14 leguas de esta villa. Y en la misma respuesta n.º 23, contaron que en la sierra de Criptana ya había muchos molinos de viento en los que también molían sus granos algunos vecinos. Esto último nos viene a decir que Criptana fue uno de los pueblos donde primero llegaron los molinos de viento, sin duda motivados por las largas distancias que tenían que recorrer hasta los ríos caudalosos en la época de verano.
Molino de viento restaurado en Los
Hinojosos
Al analizar pueblos como Villamayor de
Santiago y Villanueva de Alcardete, encontramos una dilatada información de los
molinos de agua que había en los términos de esos pueblos debido a la cercanía
del río Gigüela, muchos de esos molinos pertenecían a familias de pueblos
vecinos como Corral de Almaguer o Quintanar de la Orden o El Hinojoso. Al
analizar esa información se observa muy claro lo apuntado en párrafos anteriores,
que la existencia de ríos favoreció el desarrollo de estos molinos de agua frente
a los de viento, debido a que éste último no es constante como sí lo es la
corriente de agua.
En Los Hinojosos, en ese siglo XVI, los
labradores llevaban su trigo a moler a los molinos hidráulicos que había en los
ríos Gigüela y Záncara, sobre todo al primero. Y, en verano, cuando estos ríos
se solían secar se desplazaban a los ríos Júcar y el Tajo. No se hace mención alguna
a que hubiese molinos de viento en nuestro pueblo en las citadas relaciones,
por lo que se debe entender que los molinos de viento a Los Hinojosos llegaron
un poco más tarde, ya en el siglo XVII, pues las primeras noticias que tenemos
de ellos son las que aparecen en el Catastro de Ensenada, siglo XVIII.
En el citado Catastro aparecen documentados dos
molinos de viento en El Hinojoso del Marquesado, cuyas titulares eran Isabel
Sánchez y María Sánchez, ambas vecinas de El Hinojoso de la Orden. Sobre estos
molinos no hay mucha información, pero sí se dice que estaban anexos el uno al
otro. No es que estuviesen juntos, pero sí que estaban los dos en el mismo
montículo, que por lo que contaban algunos mayores debieron estar ubicados en
el cerro cercano a la Quinta según se sale del pueblo por el camino que va a
Belmonte, a unos 250 metros de las últimas casas. Ahí parece haber algunas
señales.
Donde
más molinos hubo fue en el llamado Cerro de Los Molinos, que está situado
cercano a la carretera que va de Los Hinojosos a Quintanar de la Orden, ahí tenemos
un molino que fue reconstruido en los últimos años pero que carece de
maquinaria interior para hacerlo funcionar. En el mismo cerro se conservan
restos de otros tres molinos que hubo en su tiempo, incluso hay alguna piedra
volandera bastante deteriorada por el paso del tiempo, pero que puede servir
para un futuro museo. Hay también algunos hitos donde en otro tiempo se sujetaba
el palo de gobierno de cada molino.
En
cuanto a la fecha de instalación de los molinos en este cerro, todo hace
indicar que la mayoría de ellos se debieron construir de mitad del siglo XVIII
en adelante, ya que en el citado catastro solo figura uno del que en los
memoriales del Hinojoso de la Orden aparece reflejado un molino de viento que
lo regentaba el joven Diego del Pozo, que manifestó vivir en la calle que
desde la de Los Carros iba al Pozuelo. Diego tenía 18 años de edad, estaba
soltero y tenía a su cargo a su hermana Josefa de 17 años. El dicho Diego
declaró en los memoriales pertenecer al Estado General y su oficio era el de
molinero de viento en un molino que estaba situado en el Cerro próximo al
pueblo, cerro que lindaba con otras tierras de baldío. Su titular manifestó que
el molino tenía como cargas dos fanegas de trigo que debía satisfacer anualmente
a la Mesa Maestral de Quintanar de la Orden de Santiago. Y firmaba su
declaración el 27 de febrero de 1753.
Por
lo que cuenta Diego en su memorial se deduce que de los restos de los cuatro
molinos que se conservan, tres de ellos se construyeron de la mitad del siglo
XVIII en adelante.
Los molinos de viento en la cultura de La
Mancha
Es evidente que a
través de lo que cervantes cuenta en El Quijote y los muchos viajeros que
visitaron nuestra tierra guiados por las andanzas del caballero y el escudero,
los molinos han sido reflejados en multitud de libros, cuadros y después fotografías,
llegando a crearse en el imaginario colectivo una idea que se asocia a La
Mancha como una tierra de molinos a lo largo de la Edad Moderna y
Contemporánea.
Cuadro de nuestro paisano Antonio Izquierdo
en el que inmortalizó los molinos de Los Hinojosos. Sirva a modo de homenaje a
la divulgación que hizo de nuestro pueblo.
Valentín
Romeral Hernández, julio de 2023
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