Como os contamos en el artículo anterior, inventamos un cuento con los chicos y chicas de la Escuela de Verano cuando nos hicieron una visita. Ahora lo hemos puesto por escrito y queremos compartirlo con vosotros. Esperamos que os guste.
El gran descubrimiento.
El gran descubrimiento.
Había una vez un grupo de niños que
estaban en la Escuela de Verano de Los Hinojosos. Acudían muy contentos porque
su monitor les preparaba unas actividades muy chulas y se lo pasaban muy bien.
Un día cuando hacían una prueba de
orientación en el Cerro de San Antón, mientras iban encontrando todas las
pruebas, ocurrió que muy cerca de la fuente encontraron un objeto liso y duro.
Llamaron a su monitor y entre todos pudieron cavar para sacarlo. Era un pequeño
cofre que contenía un mapa del tesoro. Los chicos querían ir inmediatamente a
buscarlo pero R. les dijo era muy tarde y no estaban preparados para un
trayecto tan largo. Así que, se fueron a comer a sus casas y prepararon todo lo
que pensaron que necesitarían: bocadillos, linternas, saco de dormir y la bicicleta.
Como habían quedado, estaban todos a la hora prevista en el punto de encuentro.
Nadie se retrasó. Juntos repasaron que llevaban todo lo necesario y una vez
realizada la comprobación fueron siguiendo el mapa del tesoro. Era uno de esos
mapas de aspecto antiguo, pero las zonas que indicaba eran claras para ellos
porque habían aprendido a orientarse muy bien.
Llegaron a San Andrés, muy cerca
estaba el punto indicado. Sin poder esperar un minuto se pusieron a buscar,
pero se hacía tarde y tuvieron que reunirse para decidir como pasar la noche.
Como su monitor era buen conocedor de la zona, les sugirió dormir en la Cueva
“La Copa”, no era una cueva muy grande pero era un buen lugar porque
antiguamente la habían usado los pastores. Dicho y hecho. Cenaron y se fueron a
dormir, aunque a muchos les costó por la emoción. Había sido un día muy largo y
al final acabaron todos dormidos.
En medio de la noche, A. tuvo que
levantarse porque no podía más, tenía que hacer pis. Salió de la cueva y buscó
un sitio, pero aquello no era lo mismo que ir al baño de casa, se alejó un poco
más y un poco más. Ya estaba a punto de reventar cuando encontró un sitio que
le pareció bien. Más relajado y contento volvía para la cueva cuando se dio
cuenta que se había alejado demasiado y estaba perdido. Empezó a dar vueltas,
no quería despertar a los demás a gritos, ni tampoco que pensaran que era un
despiste, así continúo durante un rato. La verdad es que no veía muy bien
porque la noche era oscura. No veía ni a un palmo. Caminaba con pasos cortos
pero cuando quiso darse cuenta, el suelo cedió bajo sus pies. Era como tirarte
por un tobogán del parque. Cayó, todo estaba oscuro. Pero por suerte, aterrizó
en una pequeña piscina de agua. Si, era un pozo. Estaba asustado, pero sano. No
parecía tener nada roto. Y el agua lo había despejado del todo. Encontró una
pequeña repisa se subió a ella y empezó a llamar a sus compañeros.
Por supuesto, los compañeros seguían
durmiendo profundamente y no oyeron ninguna voz. Durmieron toda la noche y a la
mañana cuando despertaron su monitor hizo recuento y vio que faltaba A.
Preguntó a todos si alguien lo había visto, pero nadie sabía nada.
Tenían que buscar a A. ¿Pero cómo
hacerlo? Pensaron la mejor manera era hacerlo como en la prueba de orientación.
Hicieron copias del mapa y asignaron a cada grupo una zona. Fueron meticulosos
pero acabado el día no lo encontraron. Decidieron hacer otra noche y por la
mañana intentarlo de nuevo.
A la mañana siguiente, todos juntos y
decididos pusieron en común sus ideas y recorridos y se dieron cuenta que una
minúscula zona estaba sin revisar. Acudieron rápidamente, pero con mucha
cautela y vieron un pozo escondido entre las plantas. Llamaron y no obtuvieron
respuesta. Volvieron a llamar y entonces una voz les contestó. Era A. se había
quedado dormido en la repisa del cansancio. Rápidamente se organizaron y con
unas cuerdas y la colaboración de todos, sacaron a A. del pozo.
Al principio no podía decir nada por
la emoción. Le abrigaron porque sentía mucho frío, le dieron agua y comida y
esperaron pacientemente hasta que tuvo ganas de hablar y les contó.
Resultaba que aburrido como estaba
dentro del pozo, empezó a observar piedra a piedra por si podía subir
escalando. Observó tan bien, que encontró una pequeña puertecita cerrada con
llave. Aquello les llevó a recordar el motivo por el que habían iniciado
aquella aventura: El mapa del Tesoro.
Corrieron a la cueva en busca del mapa
original y lo repasaron dándose cuenta de que el punto que buscaban era aquel.
Ya sabían dónde buscar. Habían dado
con el sitio. Pero era un lugar muy difícil y complicado. Tendrían que pensar
bien cada paso para que nadie saliese herido de aquella misión.
Se sentaron como los indios todos en
círculo y estuvieron dando ideas para ver como lo hacían. A. lejos de estar
asustado, se ofrecía para bajar el primero, pero todos pensaron que no era
buena idea, debería recuperarse bien.
Lo mejor era que bajaran los que menos
pesaban, los más pequeños, se ofrecieron AI. y G. Bajaron primero a AI con una
linterna. Con linterna era todo mucho más fácil y enseguida localizó la
diminuta puerta. Se puso al lado y rápido cayó en la cuenta que no tenían la
llave, pero seguro que estaba indicado en el mapa o daría alguna pista. Lo
subieron de nuevo y estudiaron la situación. De repente, alguien tuvo una idea,
que no os podemos contar porque descubriríais todos los tesoros del mundo, y
encontraron la llave.
AI. se puso de nuevo el arnés y G.
bajó tras él. Juntos pudieron abrir la diminuta puerta y encontraron una
especie de caja de madera. Estaban emocionados. Y los de arriba, estaban también
muy emocionados. Ataron la caja porque pesaba un poco y la subieron entre todos.
Una vez arriba, la emoción los
paralizó. Aquel grupo de chicos y chicas había sido capaz de encontrar el
tesoro. Una hazaña increíble. De pronto, alguien dijo: “¿La abrimos o qué? Le
dejaron la tarea a R. que era mayor y más fuerte, pero ayudaron a retirar la
tapa. Dentro había otra caja. Esperaban que fuera la última. Se habían tomado
muchas molestias para que aquello no se estropeara, eso estaba claro. Y si, la
abrieron y lo desenvolvieron con muuucho cuidado. Dentro encontraron el Libro más antiguo que habían visto
nunca. ¡¡¡Fue Impresionante!!!
Recogieron todo, envolvieron el
“tesoro” con esmero y regresaron al
pueblo. Acudieron derechos a la Biblioteca para preguntar si aquello sería muy
valioso y en principio parecía que sí. Cuando llamaron a los expertos éstos
se quedaron admirados: Habían encontrado el
Libro más Antiguo del Mundo, ¡Una auténtica joya!.
La prensa no se hizo esperar. Los
principales medios de comunicación mandaron cámaras, reporteros y el pueblo se
llenó de periodistas. En las portadas de los periódicos aparecía la foto de un
grupo de chicos y chicas todos muy sonrientes. Y en los titulares ponía “Los
grandes descubridores de nuestro tiempo”.
El pueblo se hizo famoso, las
autoridades hicieron un museo y toda la gente venía a ver “El libro más Antiguo
del Mundo” y a conocer a sus intrépidos descubridores.
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